jueves

SOBRE LA EUTANASIA

Como habreis podido oir y ver en los medios, un juez ha determinado que el equipo médico de urgencias del hospital Severo Ochoa de Leganés no cometió ningún hecho penalmente punible. Como quiera que en nuestro sistema judicial rige el principio acusatorio, es decir, que es el acusador el que ha de probar la culpabilidad del acusado; si el juez dice que no hay nada, pues amén.


No es de este caso en concreto de lo que os quiero hablar, sino de los elementos participantes en este tipo de asuntos:


1. Los médicos.


Son una especie a la que detesto especialmente. Me repugna su endiosamiento (si, generalizo, pero es algo que se repite en la decena larga de los doctores que conozco personalmente).
Hay una frase que describe sus aires: Yo salvo vidas. Esa frase les confiere (o eso pretenden) un halo de seres superiores que muchas veces consiguen, visto el respeto reverencial que las clases más humildes y/o incultas les tienen. Sin embargo, a tenor de como se aferran a los protocolos y al corporativismo por si algo sale mal, les cuadra más el apelativo de "mecánicos de cuerpos", expresión que les da su verdadera dimensión.
Dada esa propensión a ejercer de dioses salvando vidas, nada me impide pensar que algunos se hayan podido otorgar la potestad de quitarlas cuando según su sagrado criterio el paciente ya haya sufrido bastante. ¿Quién les va a llevar la contraria cuando les dicen a la familia que hay un modo de acabar con ésto?
Si es que lo dicen, claro.


2. Los familiares.


Me inclino a pensar que la buena voluntad es lo que mueve a los familiares del enfermo a dar su consentimiento, cuando no solicitar, que su padre, tío o abuelo tenga una buena muerte.
No obstante no me puedo callar lo actual que resulta decir la lata que dan los ancianos o lo incómodo que son los hospitales...


3. El muerto.


El que pierde. Qué menos que preguntarle ¿no?
La opción de cada uno es libre y siempre respetaré el modo en que cada cual encare su muerte, pero creo que nadie muere dignamente, ya que la muerte es intrínsecamente indigna.
Que se le pregunte, y sino se puede, que muera cuando le toque. ¿Para qué sedar a alguien en coma?


Por cierto (por si nadie me lo pregunta):


No creo que haya nada tras la muerte, por lo que me aferraré a la vida hasta el último aliento y, si fuera necesario, prolonguenme la vida artificialmente. Que ningún médico con infulas de Demiurgo decida que para lo que me queda, no merece la pena que siga así. Si quien me quiere se cansa de visitarme a diario, que no venga al hospital o a la residencia mas que a ponerle pilas al Ipod cargado de música que quiero oir aunque me encuentre en coma.
¿Es mucho pedir?

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