viernes

20 DE NOVIEMBRE, 1931. VIERNES.

El terrateniente apenas acababa de llegar de Sevilla. Traía con él una radio recién comprada en Sierpes al precio de 900 pesetas. A tocateja, precio especial. Una radio de 8 válvulas, último modelo. Casi nada.

Entró a grandes zancadas en la casa, donde le esperaba su esposa y la servidumbre. Como siempre. Lo primero que hizo fué acomodar el receptor Superheterodino R-200 en un aparador del salón y prenderla para comprobar si, efectivamente, se oía clara, potente, con nitidez y sin la más leve distorsión; como rezaba en la propaganda que le convenció.

Giró el primer botón, giró el segundo y un enorme zumbido salió del altavoz. Aquel atronador sonido se fué mitigando y, simultáneamente, fué emergiendo la voz, perfectamente timbrada, de un locutor. Su esposa aplaudió, él saltó, y la servidumbre; ya sin disimulo, se asomó a través de la puerta.

El locutor dió paso a unos momentos musicales y el terrateniente, satisfecho con el experimento, apagó y quitó de la corriente el receptor. Se sentó en un sillón orejero junto a la ventana, desde donde podía otear la calle sin ser visto y llamó a una sirvienta. La criada, una de las hijas de Jerrumbre, la mayor, le trajo el café en silencio y, con idéntico sigilo, se marchó de nuevo a la cocina; no sin antes examinar detenidamente el nuevo artefacto.


El pueblo estaba silencioso. Todo el mundo estaba en la aceituna. Por fortuna aquí estaba todo controlado. De momento.

En Sevilla, los trabajadores del puerto y de la corchera estaban en huelga y hasta los panaderos han amenazado a la patronal con la huelga si para el lunes no acceden a reducir una hora la jornada. Peor estaba la cosa en el campo. Según parece en Córdoba los de la UGT están soliviantando a los campesinos: En Doña Mencía están todos los campesinos en huelga y en Castro del Río están empezando a quemar almiares de paja. Pronto llegarán aquí y habrá que subirle el sueldo a los braceros. A 6 pesetas el jornal será suficiente para tenerlos callados unos años. Según Don Antonio él les paga a 4,75 y tan contentos. Y el que no trague, ya sabe.


De repente una algarabía fué creciendo en la calle. Era ruido de mujeres. No hay peligro. Aún así llamó a la Rosario, la sirvienta que le había servido el café, para que saliera a escusear. Regresó al rato y se presentó ante el terrateniente.


- La mujer de Juanillo, el de Porro, que ha dado a luz. Un pitorro. Luis Antonio le van a poner a la criatura.


"Bien", pensó, "Si no se muere, en cinco años, de porquero".

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es tu padre ¿no? Sencillamente genial!