sábado

DECÍAMOS AYER

Aunque esté muy visto, retomo el blog con la célebre frase de Fray Luis de León "Decíamos ayer...".

Como sabéis, el inmortal agustino era profesor en la universidad de Salamanca cuando fué encarcelado y procesado por la Inquisición (ya hemos hablado aquí de la inconveniencia, por decirlo de alguna manera, que suponía traducir la Biblia hasta hace poco) durante un periodo que se alargó hasta cinco años. Finalmente fué absuelto y regresó a las aulas salmantinas, donde comenzó su primera clase con un ampuloso "Como decíamos ayer...".

Y fué ayer, ayer mismo, cuando; con un hermano poeta, recordábamos divertidos pero venerantes a Miguel Hernández. Cuentan que cuando Miguel Hernández entró en el aula donde Fray Luis impartiera clase, el pastor murciano se arrojó al suelo y lo besó frenéticamente.

Y no fué ayer, pero apenas hace tres semanas, que se conmemoró el centenario del poeta de Orihuela. Hoy aquí se le homenajea.



Elegía

(En Orihuela, su pueblo y el mío, se
me ha muerto como del rayo Ramón Sijé,
con quien tanto quería).

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas

daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera

de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irán a cada lado
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.



1 comentario:

Anónimo dijo...

Me alegra ver que vuelves al tajo...
Y nada mejor que hacerlo con Miguel Hernandez.